martes, 10 de mayo de 2011

MARINA Y LA BODA NEPALÍ


Una de las mejores cosas de Twitter es que te permite conocer a gente afín que, en circunstancias normales, te costaría encontrar. Es genial dar con alguien que comparta tus aficiones e inquietudes, sobre todo si éstas se alejan de lo común. A mí me pasa que tengo una comunión especial, llamémoslo así, con Marinacomomolas.

Con ella puedo hablar de literatura rusa del siglo XIX, psicología conductista, arquitectura de vanguardia, cine afgano o cualquier otra cosa se me venga a la cabeza. Resulta que la chica tiene un conocimiento enciclopédico sobre el tema que se te ocurra.

Debajo de este pelazo se esconde una chica wikipédica y estupenda.

A veces me pasa que Marina me dice, por ejemplo: “¿Nunca te has parado a pensar si el arte debe imitar a la naturaleza? Yo creo, como Johan Peter Eckermann, que, quien pretenda crear, ha de situarse en un nivel tal que sea capaz, como los griegos, de elevar la naturaleza real a la altura de su espíritu y convertir en realidad lo que en su naturaleza, por debilidad interna o por impedimentos exteriores, se ha quedado en mera intención”.

Y, claro, ¿qué se contesta a eso? Mi táctica es poner cara de interesante y decir algo enigmático, algo que no sea muy comprometedor y que me haga quedar como lo que soy: un hombre de mundo, un intelectual con buen corazón pero un poco canalla. La última vez respondí a una de esas preguntas tan profundas con un: “Sí, claro, sí… Pues yo vengo de comprar calcetines”. Y quedé como dios.

El otro día estuvimos hablando de cómo la cultura y la educación condiciona nuestra vida y la forma de relacionarnos, y recordé una historia que me contó Sanjay, un nepalí que conocí en Bélgica.

Sanjay me explicó cómo se casa uno en su país. Es la leche. Cuando un nepalí decide dar el paso y fundar una familia no se molesta en buscar novia, su mejor amigo lo hace por él. Muy heavy.

El que pretenda casarse tiene que hacer una descripción detallada de las características que le gustaría que tuviera su futura esposa y qué espera del futuro. No solo se trata de decir si, por ejemplo,  prefiere que su mujer trabaje o que cuide la casa, que también, sino que lo incluye todo. Desde las características físicas a la personalidad, edad, si le gustan las mujeres sumisas o con  carácter fuerte, el número de hijos que quiere tener y todo eso.

También tiene que hacerse una foto y ser sincero en todo, hasta dar detalles de la situación económica. Una vez hecho esto, el amigo corre la voz de que hay un chico casadero en la ciudad y al poco tiempo empieza a recibir CV de chatis interesadas. Entre los dos seleccionan a una candidata de entre el montón de CV y comienzan las citas.

Durante unos meses, hombre y mujer se reúnen y charlan para conocerse. Por supuesto, no hay nada de contacto físico, ni un beso siquiera, para evitar que un posible calentón impida pensar con claridad.

Se llegan a acuerdos sobre todos los temas que pueden causar una discusión de pareja: dónde se pasan las vacaciones, en qué ciudad se vive, cada cuánto tiempo se come con los suegros, etc. Si los dos están de acuerdo, se casan. Ahora viene lo bueno. Una vez casados, hacen todo lo posible para agradar a la otra persona, el respeto mutuo es la base de la relación. Es muy curioso, empiezan respetándose y con el tiempo se enamoran, al contrario que en occidente, que empiezan enamorándose y acaban perdiéndose el respeto. Algunas cosas chirrían, pero es muy curioso ver el sentido práctico que tienen.

 Yo me casé joven, por un impulso repentino. No sirvo como ejemplo. 

Según me contó Sanjay el índice de divorcios es mínimo, prácticamente no existen. No digo que sea un buen sistema, pero desde luego no creo que sea tan malo como pensamos.

Además de Sanjay conocí a dos tipos de Nepal. Uno se llamaba Mahesh y del otro no recuerdo el nombre (lo llamaremos Nepalí Equis).

Nepalí Equis era clavadito a Joe Pesci, tan parecido que por un momento llegué a pensar que era él disfrazado. Estaba en mi clase de Environmental Impact Assessment (Impacto Ambiental) y le encantaba escribir con pluma. Cada vez que lo veía me acordaba de “Casino” y la escena en la que Pesci le clava a un tipo una pluma en la yugular. Joder, es que era idéntico. Parecía que, en cualquier momento, Nepalí Equis se iba a chinar y le iba a hincar a uno la pluma en el cuello al grito de “¿Quién es el tipo duro ahora, eh?”.

 Nepalí Equis pronunciaba “t” en vez de “th” y decía continuamente “this and that”. Ejemplo: I tink you are right, this and that. Tank you.

Mahesh, el tercero en Discordia, era un tipo divertidísimo. Se había casado y, a los dos meses de celebrarse el matrimonio, se fue a Bélgica a cursar un postgrado. Después de 25 años sin contacto con el sexo femenino, había pillado cacho y se había tenido que separar temporalmente de su mujer, que era guapísima por las fotos que me enseñó. Mahesh era muy buena persona, un tipo entrañable, pero en las circunstancias en las que estaba, era más caliente que un novio en un portal.

Creo que cuando estaba en la presencia de alguna chica, sobre todo si era rubia, podía estar sin parpadear perfectamente cinco o seis horas, para no perderse detalle.

Le desconcertaba la familiaridad con la que las mujeres lo trataban en Europa. Era todo tan distinto a Nepal… El hecho de que una chica le diera los buenos días o simplemente le sonriera lo alteraba profundamente.

Según me contó, en su cultura no se permite que un hombre le sea infiel a su esposa. Con una excepción: si una mujer se te ofrece, sin que tú hayas hecho el intento de ligártela antes, se interpreta como un regalo de los dioses y entonces no computa como cuernos. Como idea no me digáis que no mola, al que se le ocurrió le deberían un Nobel o algo.

Mahesh me confesó que una vez estaba estudiando a las tres de la madrugada y una chica, con una tajá como un guarda, se metió en su habitación por error y se sentó en el borde de su cama. Me lo imagino dándoles las gracias a los dioses y frotándose las manos.

El caso es que a la chica le dio una borrachera llorona y se fue de allí a los quince segundos de haber entrado por la puerta, sin dar tiempo a Mahesh a reaccionar.

El pobre salió corriendo tras ella tratando de convencerla, sin éxito alguno, de que allí tenía que haber ayuntamiento carnal. ¿Quién eres tú para desafiar a los dioses, guapa? Estaba deseando que el dios de la lujuria se acordara de él, estaba claro que iba a acabar ligando menos que un indio con una boina.

Después de aquello decidió irse de la residencia de estudiantes a un estudio. Así podría concentrarse sin que los occidentales, a los que confundía unos con otros porque a sus ojos eran todos iguales, le volvieran loco.

Hace dos años recibí un e-mail de Sanjay. Me contó que Mahesh tenía ya tres hijos y que él estaba pensando en casarse y ya había comprado papel Galgo para imprimir su CV. De Nepalí Equis no supe nada, espero que no acabara como Joe Pesci en “Casino”.

2 comentarios:

  1. Esto lo he visto yo en la tele... Se llamaba Granjero busca esposa.

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  2. totalmente de acuerdo con el comentario de denke.Esto es el guión de Granjero busca esposa

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