martes, 9 de agosto de 2011

EL CASO WITTELBERG. CAPÍTULO V

Aquí están disponibles los capítulos primero , segundo, tercero y cuarto. Son textos humorísticos que se pueden leer como piezas independientes.

CAPÍTULO V. EL ALBORNOZ HEGELIANO (OBRA INÉDITA DE WITTELBERG).

Como recordarán mis estimados lectores, he prometido en repetidas ocasiones mostrar al mundo las obras inéditas de Wittelberg. Tras varias conversaciones con los herederos del genio, finalmente he conseguido mi propósito: la autorización para publicar el manuscrito de “El Albornoz hegeliano”, una obra de teatro de un solo acto donde se advierte claramente que Wittelberg se adelantó a su tiempo, anticipándose varios años al teatro de vanguardia del absurdo.

En el próximo capítulo, el 6º, realizaré un análisis exhaustivo de esta pequeña maravilla, las anécdotas relativas al único intento de estreno de la obra, los avatares y dificultades que tuvo que sortear el joven Wittelberg para conseguir el dinero para la representación, el significado oculto de muchos pasajes, etc.; mientras tanto, conténtese el lector con paladear este Albornoz Hegeliano, una irónica crítica a los valores tradicionales que encorsetaban a la sociedad de su tiempo.


“EL ALBORNOZ HEGELIANO”

(Un cura jansenista se golpea la cabeza contra una columna mientras un mimo imita a un perito de minas tratando de abrir una lata de espárragos. Se escucha una manada de cerdos a lo lejos. A excepción de la columna y de un baúl del que el mimo extraerá sus disfraces, el escenario está vacío. Los personajes visten trajes regionales.)

Cura: ¡Primitivo! ¡Primitivo! ¿Dónde estás?

(Primitivo, un aparejador testigo de Jehová y diabético aparece en escena. Su rostro denota preocupación).

Primitivo: ¿Qué quieres? Ya estoy aquí.

Cura: ¿Regaste las macetas? ¿Alimentaste a los cerdos?

Mimo (se coloca una peluca Luis XVI y canta): Cerdos, cerdos,...¡cerdos! Los cerdos no son más que cerdos, ¿o no?

Primitivo: No, no hice nada de eso. Estaba inyectándome mi insulina.

Cura: ¡ Eres un egoísta! ¡ Un sucio egoísta y nada más! ¡Sólo te ocupas de ti! Me das asco.

Mimo: ¡ La reflexividad del ser! ¿No lo entendéis? ( Se oye una jota aragonesa mientras que el mimo comienza a clavar con el glande un rosco de vino en un tablero de aglomerado donde está escrita la palabra “Muerte”).

Primitivo: Escucha... (se hace un incómodo silencio de 15 minutos).

Cura : ¿Qué? (Mostrando un fingido interés).

Primitivo: ¿Ves como no me escuchas? ¡Después dices que me quieres! Mentiroso! En el fondo no eres más que un epicúreo, por más que lo quieras disimular.

Cura: No me tortures más... Sufro... ¿Sabes? La mahonesa se me cortó esta mañana.

Primitivo: ¿Qué estás intentando decirme?

Cura: Pues... que Dios no existe.

Mimo (arañándose la cara con un rastrillo): ¡ La nada!

(Dios aparece en la parte superior del escenario, sobre una nube y disfrazado de notario).

Dios: Yo me manifestaría, pero es que me da pereza. Voy a tomarme un cubata.

Mimo: ¡Dios no está para nadie! (Dios hace mutis).

Primitivo: No te entiendo, jamás te he entendido. La comunicación no existe entre nosotros.

Cura: No lo niego, pero tú sabes muy bien porqué.

Primitivo: Los osos panda, sí.

Mimo (vestido de soldado pretoriano): ¡Lo onírico! Nada puede estar al margen de los sueños.

Cura: Otra vez los dichosos osos panda. Siempre terminamos hablando de lo mismo.

Primitivo: ¡Si has sido tú quien ha sacado el tema!.

Cura: Ya basta... (compungido). Los plantígrados sólo nos han traído destrucción y miseria.

Primitivo: No concibo cómo puedes vivir pensando que después de la muerte no hay osos panda... Fíjate en todos los folletos que repartimos de casa en casa. Toda nuestra filosofía, la de los testigos de Jehová, se basa en la creencia de que las jirafas, osos panda y demás animales estarán con nosotros en el Paraíso.

Cura: ¡Blasfemo! (lo abofetea con la columna. Primitivo sangra profusamente por los oídos. El mimo se suicida tragándose una sandía entera).

Primitivo (incorporándose): Perdóname (se miran con ternura y se cogen de la mano.)

Voz de Dios: ¡Albornoces! ¡Albornoces! ¡Hegel nunca pensó en los albornoces!”

(Continuará)

1 comentario:

  1. El significado oculto está muy oculto, verdad? Me gustan los autores que hacen pensar por rato largo, jejeje.

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